
Por José Santelices
En Chile el libre mercado es una quimera, campean las distorsiones y nadie hace nada. El gobierno, por su incapacidad y falta de compresión de problemas complejos. La derecha, por su sumisión a los intereses de los conductores de su agenda: los grupos económicos, los bancos y la transnacionales. La fiscalía Nacional Económica ‘no tiene dientes’ y el Tribunal de la Libre Competencia debe aplicar una legislación laxa. Ya que están de moda los carteles, este podría ser el de ‘Vitacura’, operado por ‘los Hermosillas’ y sus redes de poder.
Hace unos días escuchaba al presidente de Agricultores Unidos, Camilo Guzmán, reflexionar sobre cómo las distorsiones de mercado impactan en la agricultura. Luego lo hablamos y concordamos en que también generan pobreza y marginación, dando paso a una especie de violencia de la que no se habla: la violencia económica, que ha robado a mucha gente su dignidad y medios de subsistencia, empeorado su calidad de vida y detonado, en cierta medida, parte de la violencia física que observamos día tras día.
Es duro enfrentarse a una realidad tan injusta, construida en un contexto extraño, en el que los acérrimos defensores del mercado parecen ser partidarios de distorsiones que campean. Ciertamente, monopolios y oligopsonios parecen ser buenos para unos pocos en detrimento de la economía del resto de la población, que está (DES)protegida por una Fiscalía Nacional Económica ‘sin dientes’ y un Tribunal de la Libre Competencia que no tiene más opción que aplicar una legislación laxa. Todo, ante la presencia de un gobierno que no entiende nada, incapaz de abordar la discusión de un tema que lo atraparía más en su ignorancia e incapacidad. Y también ante la existencia de una derecha, entregada a los grandes empresarios, a los grupos económicos que le diseñan la agenda e imponen sus contenidos.
El libre mercado, no es libre si no ofrece igualdad de oportunidades. No es libre si permite que unos pocos acumulen riqueza y poder ilegítimamente a expensas de la mayoría. Y es doloroso ver que el Estado, en lugar de actuar como garante de la justicia y la equidad, se convierte en cómplice de estas desigualdades y garante de los abusos.
Habitualmente somos testigos de múltiples debates y discusiones en el Congreso o en otros escenarios propios del actuar de la clase política, pero ¿cuántas veces hemos visto una acometida seria a los problemas reales que afectan a la gente? ¿Cuántas veces hemos visto a la clase política enfrentar la raíz de los problemas y no solo sus síntomas?
Las pymes, los agricultores, los comerciantes, la gente que vive en el mundo real, claman por un abordaje de estos temas de manera urgente. La equidad, la justicia y un mercado genuinamente libre son esenciales para un país que busca prosperar y proteger a todos sus ciudadanos, contribuyendo a construir un futuro más justo.
Es imperativo que, como sociedad, reflexionemos sobre esto. Es fundamental que busquemos soluciones reales que nivelan la cancha y respeten el esfuerzo individual y colectivo porque cada persona, independientemente de su origen, merece la oportunidad de prosperar en un sistema justo y equitativo. Es hora de que actuemos en beneficio de todos y no solo de unos pocos privilegiados que abusan de su posición dominante en un mercado lleno de imperfecciones, distorsionado e implacable.