
Por En-Off
Parece que cuando el «orden establecido» finalmente es confrontado, el karma tiene su propia forma de ironía. Luis Hermosilla, el polémico abogado envuelto en el Caso Audio, pasó su primera noche en la fría realidad de Santiago 1, una cárcel de esas que alojan a delincuentes peligrosos, con celdas putrefactas, ambientes odiosos y hacinadas.
Entre sarcasmos y frazadas llenas de ácaros, la incertidumbre se apoderó de Hermosilla. No ha de haber sido fácil su primera y en definitiva única noche en aquel inhóspito penal, del que salió rumbo a Capitán Yáber, la cárcel que alberga a los delincuentes de «cuello y corbata», gracias a las eficientes gestiones de su hermano y abogado, Juan Pablo Hermosilla. Qué poético que quienes alguna vez manipularon el sistema desde sus cómodos despachos, ahora pidan consejo en la fría cárcel. La justicia, al fin, les invita a su mesa… aunque sea con una frazada prestada.
Quién diría que la justicia llega a todos, incluso a aquellos que alguna vez manipularon el sistema desde cómodas oficinas en Vitacura o lujosos yates en Miami. Así es el caso de Luis Hermosilla, el abogado que durante años maniobró entre las sombras del poder y que hoy duerme en una celda fría celda de un penal capitalino.
Sin duda es una buena noticia para Chile que esta gente caiga en manos de la justicia. Pero convengamos en que si no es por la torpeza de una abogada inepta y poco experimentada, que graba una reunión y que después entrega el audio a un tercero. Y si no es porque ese tercero, que expuso los antecedentes al Ministerio Público, al comprobar que la Fiscalía no hacía nada filtra el audio a Ciper Chile, probablemente la justicia seguiría ciega, sorda y muda. Una vez más, es la prensa la que se hace cargo de rebelar los delitos e infamias de una casta transversal y poderosa.
En su primera noche tras las rejas, en el Módulo 38 de Santiago 1, un lugar reservado para aquellos delincuentes involucrados en la comisión de delitos económicos y sexuales, aunque se encuentra «separado» de los reclusos más peligrosos, probablemente Hermosilla habrá sentido el miedo que provocan las bandas criminales que dominan estos módulos y que no discriminan a la hora de buscar nuevas «fuentes de ingresos». Hermosilla, ahí, no escapó del irónico destino que él mismo ayudó a construir. Ya no está en las cómodas oficinas de Vitacura ni en sus espacios de poder. Ahora comparte frazadas con quienes alguna vez defendió o atacó en los tribunales, como un eventual delincuente más. Ciertamente, aún no ha sido condenado.
El presidente Gabriel Boric, tal vez equivocadamente al no entender su investidura, no pudo ocultar su satisfacción ante la caída de una de las figuras más poderosas del establishment jurídico: “Acaban de enviar a la cárcel a un señor que se creía todopoderoso», dijo en un acto reciente, subrayando que la justicia debe ser igual para todos. Parece una dulce ironía, que quienes manejaron los hilos del poder por tanto tiempo ahora deban enfrentarse a su propia red.
Por si fuera poco, el caso Hermosilla no se detiene aquí. El registro de su teléfono promete abrir más puertas incómodas, revelando vínculos con otras figuras poderosas que, seguramente, se estarán preguntando si ellos serán los próximos en compartir frazadas en Santiago 1.
En definitiva, lo que para Hermosilla era un entorno de influencia y control, ahora se ha convertido en su propia trampa. Lo que alguna vez fue el recurso para salirse con la suya, hoy es el arma que lo tiene en el ojo del huracán. La justicia, aunque tarde y obligada por la exposición pública, parece estar haciéndole una visita, invitada por la prensa, por los medios de comunicación, particularmente, los independientes. Bien por ellos y a perseverar en la construcción de un país más honesto y transparente.