
Por José Santelices
En las últimas décadas, la inteligencia artificial (IA) ha pasado de ser un concepto futurista a una realidad que afecta a casi todos los aspectos de nuestra vida cotidiana. Desde asistentes virtuales como Siri y Alexa hasta complejos algoritmos que optimizan el transporte o diagnostican enfermedades, la IA está aquí para quedarse. Sin embargo, uno de los temas más debatidos alrededor de esta tecnología es su impacto en el trabajo. ¿Estamos ante una nueva revolución laboral o frente a la amenaza de una masiva pérdida de empleos?
Este es un debate que ha generado opiniones encontradas entre expertos, economistas y trabajadores. Por un lado, están aquellos que ven en la IA un motor de crecimiento económico y eficiencia sin precedentes; por otro, están quienes advierten sobre una crisis laboral global. ¿Dónde está la verdad? Probablemente en un punto intermedio, pero veamos ambas caras de la moneda.
El lado optimista: la IA como generadora de nuevos trabajos
No es la primera vez que la humanidad enfrenta una revolución tecnológica que pone en jaque el empleo tal como lo conocemos. La Revolución Industrial, por ejemplo, desató temores similares cuando las máquinas empezaron a reemplazar trabajos manuales en fábricas. Pero lo que ocurrió, finalmente, fue un cambio en la naturaleza del trabajo: algunos empleos desaparecieron, pero muchos otros surgieron.
Los optimistas señalan que lo mismo ocurrirá con la IA. Mientras esta tecnología se encarga de tareas repetitivas y rutinarias, los seres humanos podrán dedicarse a trabajos más creativos, estratégicos y de alto valor. De hecho, ya estamos viendo cómo la IA está permitiendo a los trabajadores concentrarse en tareas más complejas. Por ejemplo, en el sector médico, los algoritmos de IA pueden analizar rápidamente grandes cantidades de datos, permitiendo a los médicos centrarse en el tratamiento y la atención directa a los pacientes.
Además, el desarrollo de la IA está creando nuevas oportunidades laborales en campos que antes no existían: ingenieros en IA, científicos de datos, entrenadores de sistemas de IA y expertos en ética tecnológica son solo algunos de los nuevos roles que están surgiendo. Según estudios, es probable que los trabajos relacionados con la tecnología crezcan en los próximos años, y muchos de estos empleos ni siquiera han sido inventados todavía.
El lado pesimista: La amenaza de la automatización masiva
Sin embargo, hay una cara menos brillante en esta historia. La automatización que permite la IA también amenaza con eliminar millones de empleos, particularmente aquellos que involucran tareas repetitivas o predecibles. Y no solo hablamos de trabajos en fábricas o líneas de ensamblaje, sino también de sectores como el comercio minorista, el transporte, y hasta en áreas profesionales como el derecho y las finanzas.
Un estudio del Foro Económico Mundial de 2020 estimó que para 2025, aproximadamente 85 millones de empleos podrían desaparecer debido a la automatización. Si bien también proyectan la creación de 97 millones de nuevos empleos, hay una preocupación legítima sobre quiénes serán los más afectados. No todos los trabajadores podrán hacer una transición fácil a estos nuevos roles tecnológicos. Muchos requerirán recapacitación o una reubicación completa de sus habilidades, y las sociedades deben prepararse para esta transformación masiva.
En el ámbito del transporte, por ejemplo, los vehículos autónomos ya están empezando a reemplazar a conductores de camiones, taxis y buses. Y aunque los defensores de la tecnología aseguran que esto reducirá los accidentes y mejorará la eficiencia, también significa que millones de conductores podrían quedar sin trabajo en los próximos años.
Desigualdad y concentración del poder
Otro aspecto inquietante de la creciente automatización es su potencial para aumentar la desigualdad económica. A medida que las grandes empresas tecnológicas se posicionan a la vanguardia de la IA, los beneficios de esta transformación podrían concentrarse en manos de unas pocas corporaciones, aumentando la brecha entre los más ricos y el resto de la población.
Los trabajadores menos calificados, que suelen estar en empleos más susceptibles a la automatización, podrían verse especialmente afectados. Al mismo tiempo, aquellos con habilidades tecnológicas avanzadas tendrán más oportunidades de prosperar.
Esto plantea una pregunta crucial: ¿cómo pueden los gobiernos y las empresas asegurarse de que la transición hacia un futuro automatizado sea equitativa y justa para todos?
La preparación para el futuro: Reskilling y políticas laborales
Aquí es donde entra la recapacitación masiva o reskilling. Si bien la IA eliminará ciertos trabajos, los expertos coinciden en que también creará otros, pero estos requerirán habilidades diferentes.
Los trabajadores actuales y las futuras generaciones deben estar preparados para desempeñar roles en un mundo cada vez más automatizado. Esto implica una reforma educativa profunda que no solo se centre en las ciencias y tecnologías, sino también en habilidades blandas como la creatividad, el pensamiento crítico y la resolución de problemas complejos, cualidades que la IA aún no puede replicar.
Además, los gobiernos tienen un papel crucial en esta transición. No solo deben incentivar la recapacitación, sino también desarrollar políticas laborales que protejan a los trabajadores más vulnerables. Esto podría incluir la creación de redes de seguridad social más fuertes, salarios mínimos más altos y programas de educación accesibles para todas las edades.
¿Aliado o amenaza? El futuro depende de nosotros
Entonces, ¿es la IA un aliado o una amenaza para el futuro del trabajo? La respuesta depende de cómo gestionemos esta revolución tecnológica. Si actuamos de manera proactiva, invirtiendo en educación, recapacitación y políticas laborales inclusivas, la IA podría ser un motor de prosperidad y bienestar. Pero si dejamos que la automatización avance sin control, podríamos enfrentar una crisis de desigualdad laboral y económica sin precedentes.
Al final, la inteligencia artificial no es ni buena ni mala en sí misma; es una herramienta. Y como cualquier herramienta, su impacto depende de cómo la utilicemos. Si somos capaces de gestionar sus riesgos y maximizar sus beneficios, podríamos estar en el umbral de una era dorada para la humanidad. Pero para que eso ocurra, necesitamos planificar hoy el futuro del trabajo que queremos mañana.
Me pongo al lado del ALIADO , gracias Jose Santelices por la reflexión!!! Muy interesante