
Por En-Off
La reciente proyección del Fondo Monetario Internacional (FMI) para Chile revela un panorama poco alentador. Según el FMI, el país mantendrá un crecimiento promedio de 2.3% hasta 2029, cifra que se ubica un punto por debajo del promedio global de 3.1% y de la media de América Latina y el Caribe. Esta situación refleja un estancamiento relativo frente al contexto mundial y regional, donde otros países latinoamericanos avanzarán más rápido en el mismo periodo. De hecho, Chile ocupa posiciones bajas entre los países de la región, siendo superado en PIB per cápita por economías como la de Uruguay para 2026.
Las razones detrás de este crecimiento modesto están vinculadas a la baja productividad, las limitaciones en inversión y la lenta adaptación a un mercado laboral más dinámico. Aunque las políticas fiscales recientes buscan reducir el déficit, la capacidad de expansión se ve limitada por factores estructurales y políticos que han dificultado las reformas necesarias. A esto se suma la dependencia del mercado minero, que si bien sigue siendo fundamental para el PIB, enfrenta fluctuaciones que afectan la estabilidad y proyección a largo plazo.
El FMI destaca que la inflación en Chile se ha controlado y se espera que se mantenga en torno al 3% para 2025, un nivel favorable en comparación con otros países de la región. Sin embargo, el organismo advierte que el país enfrenta altos riesgos externos y geopolíticos, como la volatilidad en los precios de los recursos y las tensiones en Medio Oriente. Estas variables exógenas, junto con las internas, afectan la confianza de los inversionistas y la capacidad de Chile de diversificar su economía para enfrentar shocks económicos.
A nivel social, el limitado crecimiento proyectado implica desafíos en términos de empleo, desarrollo y calidad de vida. Con una economía que no crece al ritmo global, los ciudadanos podrían experimentar menor movilidad económica y oportunidades, lo cual también reduce las posibilidades de mejorar los ingresos y el acceso a servicios básicos. Este estancamiento también puede generar un sentimiento de frustración social al comparar los avances de las últimas décadas con el menor dinamismo actual.
Chile enfrenta un periodo crucial en el que deberá potenciar sus políticas de inversión y aumentar la productividad para mantenerse competitivo en el escenario regional y global. Las reformas estructurales en impuestos y la implementación de políticas de crecimiento inclusivo y sostenible se perfilan como esenciales para revertir las tendencias actuales. La adaptación del marco fiscal y las medidas para atraer inversión extranjera podrían ser claves para que el país recupere terreno frente a otras naciones emergentes.