
Por En-Off
La última encuesta del Centro de Estudios Públicos confirma un giro profundo en las prioridades ciudadanas y deja en evidencia el desplome del oficialismo. Con una aprobación mínima para el presidente Boric y un dominio absoluto de los temas tradicionales de la derecha, el escenario político se encamina hacia una elección presidencial sin contrapeso visible desde el progresismo.
La Encuesta CEP número 93, correspondiente al primer cuatrimestre de 2025, ofrece algo más que una fotografía: es una radiografía de un país que ha cambiado de eje. Seguridad, orden público y crecimiento económico se posicionan como las prioridades ciudadanas, desplazando definitivamente las banderas que hace pocos años sustentaban al progresismo.
El presidente Gabriel Boric, en tanto, alcanza su peor nivel de aprobación desde que asumió el cargo, con un magro 22%, mientras su desaprobación trepa a un contundente 66%.
Un cambio cultural: del estallido a la reacción
Si en 2019 el clamor por la dignidad y los derechos sociales dominaba el espacio público, la CEP de mayo de 2025 confirma que ese ciclo está cerrado. El país se ha desplazado hacia la preocupación por el orden, la autoridad y la economía.
Un 56% de los encuestados sitúa el combate a la delincuencia como el principal problema nacional, mientras que el crecimiento económico y la inflación siguen ocupando los primeros lugares. El clivaje ya no es “más derechos versus más mercado”, sino “orden versus incertidumbre”.
Este giro no solo beneficia temáticamente a la derecha; la instala como única intérprete válida del nuevo sentido común. El Frente Amplio y el Partido Comunista aparecen desconectados del ánimo social, atrapados en su propio relato generacional. El PS, por su parte, aún no logra reinventarse.
Boric y el colapso del capital político
El desplome de la aprobación presidencial no es un fenómeno aislado ni súbito. La CEP refleja una curva descendente constante desde 2023, acelerada por los errores de gestión, las polémicas como el “caso convenios” y, más recientemente, el fallido intento de compra de la casa del expresidente Allende. La debacle es estructural: el gobierno ya no gobierna el clima de opinión. Y lo más grave para Boric es que no aparece como víctima de una campaña orquestada por sus adversarios, sino como actor de su propio descrédito.
Ningún sector político que aspire a mantener liderazgo puede sostenerse con dos tercios del país en contra y apenas un quinto apoyándolo. Boric ha perdido no solo apoyo: ha perdido centralidad.
Matthei: liderazgo sin competencia
Evelyn Matthei lidera con comodidad las menciones espontáneas a la presidencia (15%). Le sigue José Antonio Kast (11%) y Johannes Kaiser (6%), confirmando que hoy las tres primeras opciones presidenciales pertenecen a la derecha o la extrema derecha.
El oficialismo no figura. Michelle Bachelet, única figura del progresismo con reconocimiento masivo, aparece con un 5%, pero no es candidata ni quiere serlo. Carolina Tohá también alcanza un escuálido 4% y el resto de los aspirantes presidenciales, relegados a márgenes irrelevantes.
El dato más revelador no es quién lidera, sino cuántos no saben a quién apoyar: un 52%. La cancha está abierta, pero no pareja. La derecha corre con el viento a favor; el oficialismo no tiene relato, ni liderazgo, ni base social movilizada.
La figura de Vodanovic: ¿anomalía o síntoma?
Tomás Vodanovic, alcalde de Maipú, aparece como el político mejor evaluado (41%), incluso por sobre Matthei. Pero el dato hay que tomarlo con pinzas: es una figura municipal, no nacional.
Su aprobación puede reflejar una gestión eficiente en terreno más que una adhesión ideológica. Sin embargo, también podría ser un síntoma: existe una parte del electorado que valora el trabajo directo, pragmático, sin grandilocuencias. ¿Podría el progresismo reconstruirse desde figuras como él?
Un ciclo en transición
La encuesta CEP de mayo de 2025 no muestra solo una fotografía de preferencias. Retrata un cambio estructural del ciclo político chileno. La derecha no solo lidera la intención de voto: ha impuesto su agenda. La izquierda, desfondada y sin narrativa, parece vivir una resaca ideológica.
Mientras tanto, el país camina hacia una elección presidencial sin contrapeso aparente, con la sombra de la apatía y la desafección cívica sobrevolando el horizonte.
El progresismo aún puede reaccionar. Pero ya no basta con denunciar los retrocesos ni invocar los símbolos del pasado. El nuevo ciclo exigirá liderazgo, ideas claras y, sobre todo, conexión emocional con una ciudadanía que, por ahora, solo quiere orden y certidumbre.